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Luz barrial

26 Jul

por Facundo R. Soto

A Rock barrial lo tengo afuera de la biblioteca, “a mano”, para abrirlo en cualquier parte y quedarme con el sabor de una frase o imagen en la cabeza. Anda cerca de los CDs, quizás por la música que tiene el libro. Es difícil ser objetivo cuando un libro me gusta tanto, como en este caso, porque los cuentos están llenos de luz, plagados personajes que juegan, se divierten, crecen, exploran, y, sobre todo, están juntos. El tono de los recuerdos no esconden la melancolía que los podría asfixiar, sino que se dejan saborean como a una fruta madura, lista para ser comida. En Rock barrial la política se encuentra en un segundo plano (imposible no encontrarla al menos que se trate de un libro malo) y es en ese encuadre en el que es posible acercarse a ella, ya que está lejos de los discursos aburridos, no creíbles, vacíos, tediosos, corruptos, etc. Acá la política es parte de la infancia, está en la música, en la plaza, en la maleza de la cancha que no les permite a los personajes patear con fuerzala pelota. Las cosas simples y la música de un pasado oscuro se asoman como nubarrones: la falta de trabajo, de amor o perspectivas. Afortunadamente, estos temas son narrados con una prosa ágil.

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Misteriosa Gran Buenos Aires

26 Ago

por Ariel Schiettini

 

Para entender este libro es importante, porque está en el fundamento de su producción, recordar todo el tiempo, mientras se lo lee, que nació como una serie de crónicas publicadas en Internet. En la sección “Aguafuertes”.

No sé por qué el libro tuvo ese destino. Pero vamos a recordar que apareció de la forma más moderna en la que puede aparecer algo ahora en lo público.

Porque lo que se debate en sus páginas tiene que ver con el proceso de modernización en Argentina, y con la mirada bifronte de la modernización acá y en cualquier parte.

Es un libro que habla de lo arcaico y de lo moderno, de lo nuevo y de lo viejo, de lo popular y de lo elitista, finalmente de lo esotérico que está agazapado en la modernidad y sin lo cual lo moderno no vive. (Los que están avivados de la publicación en Internet y de la culebrilla, de las brujas y de los webmasters). Es un libro que da a la luz del centro la oscuridad mortecina del barrio y de la elite en la que se constituye un barrio y que se arma en su interior. Como si se tratase de la revelación de una casta secreta, de la revelación de la verdad o de la revelación de una vida que se había conservado en negativo.

Se trata de narraciones que tienen como protagonista al barrio y lo barrial bajo la forma de lo planetario. Villa Celina es un planeta; nos preguntamos mientras lo leemos por las posibilidades de que haya agua en Villa Celina como nos preguntamos si habrá agua en Marte. Nos preguntamos si hay vida en Villa Celina mientras leemos las páginas de Juan Diego pobladas de brujas, elfos, y animales fabulosos. Las brujas que curan la culebrilla, los animales con dos narices que potencian su sentido del olfato y por lo tanto su inteligencia.

Y, al mismo tiempo, se trata de un planeta que da señales de vida exclusivamente a sí mismo. Separado del mundo, el Villa Celina de Juan Diego es un universo claustrofóbico, pobre y peronista.

Lo pongo en la biblioteca al lado deDavid Copperfield, de Juveniliay de Arlt, por las Aguafuertesy porEl Juguete rabioso. Pero como línea de sucesiones: si en los primeros se trata de aprender las leyes para construir buenos ciudadanos y en el último de aprenderlas para convertirse en un ladrón, enVilla Celinase trata de conocer las leyes no escritas del barrio para poder salir de ahí. Ese mundo confinado está siempre relatado desde un “afuera” que lo mira con ternura y desconfianza, que lo ve deshacerse como si fuera un espacio mítico, aspiracional, progresista con ilusiones de burguesía y al mismo tiempo sostenido en el trabajo social, en los reyas magos, y en el proceso constructivo de una institucionalidad ausente.

Es el Bildungsroman del muchacho peronista. Novela de formación. Y de deformación. Novela de formación en un espacio deformado. O novela de formación en un territorio que se deshace.

Libro que disputa, entonces con la política, porque en su carácter de literatura viene a construirse al borde de la mitología peronista en la que no hay ni ley ni estado ni derecho. Sino una serie de reivindicaciones de un tiempo que no por desintegrado es menos mágico. Y los relatos, la prosa de Juan Diego, tienen la fuerza de una mitología. Y disputa con el peronismo su lugar más fuerte, el lugar donde el peronismo hizo de la política una mitología y una mística, es decir donde se excedió de política y se volvió al mismo tiempo material literario y religioso. Para “entendidos” y para “creyentes”.

Lo pongo también al lado de la televisión. Del melodrama latinoamericano. De un realismo extrañado por efecto de la popularidad y convertido en narración folklórica o cuasi-fantástica. Juan Diego Incardona dice de sí mismo ser hijo de un tornero italiano y de una maestra argentina. No se puede ser más progresista. El industrial humilde y la generadora de sentidos. El que hace las cosas y la que enseña los gestos… De ahí, se podría decir… a hacer libros que serán leídos en la escuela bajo la consigna de “Misteriosa Gran Buenos Aires” Lo pongo al lado de cierta tele, por ese ritmo narrativo clásico que deja todo relato en suspenso para dejar que la parábola se forme sola como una voluta de humo caprichosa que cede y no cede al sentido.

Parábolas tímidas, sospechadas en los pliegues del lenguaje que dicen demasiado. Dicen tanto que la narración opta por no decir nada, por decorosa y por sentimental. La tortuga Argentina era chiquita y venía en caja de zapatos. Y mientras los hermanitos llevan a la Argentina en caja de zapatos en 1982, lo que ven es que debajo del tanque de Villa Celina hay un bulto que cuelga. La palabra “suicidio” no se dice, claro. Pero la convergencia de la tortuga Argentina, el año 1982, los hermanitos solos en un colectivo que choca, el tanque y el bulto que pesa bajo el tanque, conforman una serie de elementos que, acumulados, configuran una parábola que sale de lo real y vuelve a lo real casi como si no hubiera necesidad de decir ni suicidio, ni nada más, para el caso.

Entonces, es como si todo el libro tratara de arrancar de los pedazos de una guerra ciertos gestos de civilización en los que lo único que se parece a la rabia de los perros es la guerra entre las bandas, la música de Viejas Locas, y un cierto estado de abandono, o de abandono del Estado en el que los personajes apretados en el barrio que es este libro, parecen quedar sofocados, mudos o enmudecidos por la historia.

A eso le disputa su lugar este libro, a la política peronista y a la historia. Porque narra las vidas infames de un grupo presuntamente callejero, sin dudas sospechoso, y sobre todas las cosas condenado al olvido, a volver a sus calles oscuras, a la oscuridad de sus vidas. De ese silencio, de esa imposibilidad, de esa rabia como la de un perro abandonado, doméstico y al mismo tiempo sin refugio, de esa intemperie en la que nada parece poder ser recuperado, Juan Diego arrancó estos relatos, les puso un foco y les devolvió una luz como quien le devuelve una objetividad que parecía perdida para siempre.

 

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Villa Celina

Juan Diego Incardona

Norma

2008

 

 

Diecinueve tesis sobre Objetos Maravillosos

27 Dic
Por Santiago Llach y Pedro Mairal (en azul Llach; en negro Mairal)

Juan Diego Incardona: hace literatura como Juan Domingo Perón hacía política. Literatura a la manera de.
Incardona es un sintetizador literario de la experiencia narrativa de los personajes del pueblo. El narrador Incardona es el jefe del movimiento literario que conforman sus personajes, y se funde con ellos. JDP: escuchaba a los negros cantar y le sonaba a Mozart. JDI: en la boca de sus personajes conurbanos, pone una literatura tan alta como la que hacía el tío Borges. Abrazo de reconciliación con las almas bellas.

Los textos de Objetos Maravillosos ocultan una novela de iniciación en la vida, es decir, en la literatura. El modo en que una persona se vuelve persona, o cobra forma, a través de la palabra, del oficio. Uno se fabrica a sí mismo, se inventa, se hace. Se narra. Como un superhéroe cosiendo por primera vez su traje, así es este libro. Objetos maravillosos es la entrada en la palabra. Incardona fabrica su abecedario con metales nobles, lo forja, lo suelda, lo dobla, hace sus letras y sale a decirlas: “¿quieren ver objetos maravillosos? Cuidado que tienen poderes afrodisíacos. Te digo una cosa: con esos aros sos otra.”

Sin proponérselo, Objetos maravillosos arma una introducción a una economía política local. Economía + subjetividad = relato. Un trabajador sin documentos, un “obrero blanco” fuera del radar de los códigos de la AFIP. Produce con sus manos. Inventa objetos con los restos de la industria. Los traslada de un barrio a otro. Los comercializa con su cuerpo. Su marketing abreva en la poesía como chamuyo. Otra vez Juan Domingo conductor del relato: el chamuyo, sonriente demagogia.

Juan Diego Incardona es un hijo no reconocido de Papo. Es el último blusero de la literatura argentina antes del reggetón remixado y las drogas de diseño. La obra de Incardona es un blues peronista. El blues del que espera el bondi de madrugada, cuando todavía está oscuro, con la mochila pesada, brillando por dentro, cargada de objetos maravillosos.

En forma de slogan: No a la corrección política peronista, sí a la boludez alegre y la prosodia invertebrada de los nuevos poetas peronistas. Una literatura peronista: una literatura a la que le quepa todo. La histeria electrónica de las chicas de Palermo, la historia de la exclusión y la resistencia de los personajes de Villa Celina, la anomalía sentimental de Tino, el colectivero, Totó, los viejos haciendo pogo con una tarantela. Literatura peronista, literatura que sintetiza las antinomias. Ni vanguardistas ni narrativistas, peronistas.

Hacer objetos maravillosos, fabricar textos. Primero está el oficio, oficio es lo que se hace en soledad. Se escribe en soledad, se fabrica en soledad. Es la parte más pura, más santa del creador, la más gratificante. Después está la oferta. Los anillos, los textos se ofrecen, uno sale a mostrarlos y se expone, a veces encuentra lectores, a veces indiferencia, pero siempre sale.

Objetos maravillosos, obra abierta. Objetos maravillosos: un sintagma contundente, que menta objetos concretos (anillos). Pero también enunciado publicitario, comercial, chamuyo que como tal se sabe tal. Lo duro y lo débil. Industria pesada versus servicios tercerizados. ¿Cuáles son, en verdad, los objetos maravillosos? ¿Los anillos, las clientas, el vendedor, los personajes del relato, el relato mismo? ¿La literatura misma no es también un “objeto” maravilloso? Objetos maravillosos = síntesis poética.

Incardona cuenta cómo fabrica una gargantilla desde cero, años después ve a una chica pasar con esa misma gargantilla. Queda paralizado, no le dice nada. ¿Por qué? Incardona no lo explica. Quizá porque fue testigo de eso que decía Atahualpa Yupanqui, que el mayor logro de un artista es convertirse en anónimo. La ausencia del yo. La energía de uno, sin el yo. La liberación que hay en esa ausencia. El satori. La trascendencia que hay en el hecho de que otra persona use, disfrute, se apropie de un objeto que uno mismo creó. La trascendencia que hay en hacer un texto que años después otro lee, otro usa, otro lleva consigo.

Tres órdenes organizan la economía del relato: industria/artesanía/chatarra. Paralelo entre la producción de objetos maravillosos y la producción de literatura. Con los restos de la industria nacional, los hijos de los obreros hacen literatura artesanal. Con los saberes provistos por la educación técnica peronista, los hijos sensibles del capitalismo contemporáneo hacen literatura (historia de la redacción sobre el “puente grúa” en tercer año del colegio industrial).

Incardona se pide un superpancho cubierto de papas pie. A media cuadra empieza una balacera infernal. Incardona se arroja cuerpo a tierra, pero con cuidado de que no se le desparramen las papitas. Zumban las balas en la tarde última y Juan Diego Incardona sigue comiendo su pancho de panza en el piso. Incardona en realidad tiene 11 años. Esto se nota en una foto donde se lo ve hace unos años tocando la guitarra sentado en el suelo con las piernas cruzadas. Es el hijo de un tornero italiano, es el hijo de la maestra.

Enseñanza que me deja este libro: el mundo no se divide entre gente culta y gente inculta. No. En el mundo literario hay moralistas de la prosodia (o maricones de la sintaxis: todos los que lloramos la imposibilidad de escribir en la estela de Juanjo Saer). Y otros que se la bancan, tienen aliento y poder para llevar adelante el arte de narrar. Admiro a estos últimos. Incardona Conducción.

Cuando la gente escribe en blogs, baja un cambio con la pretensión literaria y así muchas veces consigue hacer literatura. Este libro nacido en el blog Días que se empujan en desorden no pretendió ser un libro y sin embargo acá está, y se cuenta solo. Es un libro bajado de un blog? subido a un libro? Este libro subió? bajó? Se congeló? Se detuvo? Entró en la posteridad como Evita? Es un libro de la generación post?

en forma de anécdota: soy de la generación que no supo, no quiso o no pudo militar. En mi caso, quizás porque de chico me hicieron militar en un partido político que tiene 2000 años y sigue hinchando las pelotas, defendiendo al capitalismo en el nombre del niño por nacer. Pero en la previa de 2001 me juntaba con unos vagos amigos, hijos de montoneros, que paladeaban la agitación delarruista. Los viernes a la noche, cuando terminaba el plenario (cabíamos todos en un dos ambientes), mirábamos juntos por tele la prédica golpista de Daniel Hadad y después la prédica bolivariana de Hugo Chávez. Una de esas veces, apareció en el mitín un muchacho elocuente que estudiaba historia y que hablaba todo el tiempo de la aparición del “nuevo sujeto social revolucionario”. Era un trosco, por supuesto, y no duró ni medio minuto en la cocina peronista. Pero a mí, que soy inorgánico y lento para retener las categorías de la academia y las categorías de la política, ahora al leer Objetos maravillosos me vino a la mente la expresión que usaba el muchacho trosco. Lo que plasma Incardona es también la síntesis de las experiencias diversas de distintos sujetos sociales:
• el obrero de la era de la sustitución de importaciones (llamada también era peronista);
• el cristianuchi, motivador parroquial del cambio social expresado en la Tendencia Revolucionaria;
• el sujeto que se formó y resistió escuchando la escala emotiva del rock nacional de los setenta: el sujeto social de las rutas argentinas que nos esperan ahí;
• el sujeto social que es joven, vive en el conurbano, no estudia ni trabaja, desecho sociológico del capitalismo actual: rolinga o chabón.

En ese cruce de estéticas se encuentra la parada de Juan Diego Incardona.

Objetos Maravillosos tiene también algo de elegía. En un momento dice: “El cielo de nuestro barrio era una fiesta. Pero despuès la noche se hizo tan oscura que la sombra tapò todas las casas de negro. De a poco se fueron los gallegos y los italianos del sur. La vida fue una tapita de vino flotando en la zanja, despuès de la lluvia. La corriente la llevaba al lado de la vereda en direcciòn a la general paz, hasta que un dìa, el menos pensado, el desagüe, la chupò desde el agujero del cordòn.”

leer Objetos maravillosas en clave de los trayectos del personaje-narrador-vendedor. Zonas de la ciudad, cada una un micromundo social: Plaza Francia, “La Isla” aristocrática donde el narrador delira los rostros célebres del milicaje gorila, Palermo, La Boca, Celina, Flores, Núñez: el vendedor ambulante (narrador ambulante) atraviesa y conecta esos mundos. Su movimiento (que como dijimos es un movimiento económico) crea literatura al mezclar esos mundos.
Las líneas de colectivos y la “piniponera” (Fiat 147) trazan el mapa de esos circuitos. Distintos personajes, anónimos o sentimentales, acompañan al narrador ambulante en esos viajes.
(Nota al pie: tramar la relación entre la narrativa de Incardona y la de Cucurto, su hermano generacional. Blanco/negro, trabajadores autónomos, fuera del orden del trabajo en blanco; los dos –vendedor ambulante e hijo de un vendedor ambulante- fundan su literatura en el desplazamiento social. Significativamente, dice el narrador de Incardona de los repositores que escucha al despertar en su departamento de Flores: “sus palabras son vidrios rotos”)

Incardona se escapó de un poster de propaganda peronista, o mejor se escapó con el soplete en la mano, de una propaganda de suscesos argentinos, de esas en las que el locutor dice. “Aquí vemos a los jóvenes del partido de la Matanza, enarbolando el espíritu nacional del trabajo y la prosperidad. Perón cumple, Evita dignifica y Juan Diego Incardona cincela su pujante prosa inmigratoria”. Pero Juan Incardona se escapa, se va del colegio industrial y se sube a un tren de mochileros místicos. Canta Mañanas campestres sobre el techo de los vagones que van al sur. Abajo en el vagón Juan Dalhman dormita con las mil y una noches cerrado sobre sus rodillas. Se van al sur. La industria, el hipismo rollinga, las letras.

Otra vez: Juan Domingo Perón escuchaba música maravillosa en la música común. Juan Diego Incardona hace objetos maravillosos con la materia común. Una literatura de los lugares comunes: los hallazgos del lenguaje, en la calle. Renovar el uso de adjetivos de larga prosapia callejera: espectacular /descomunal / pintoresco. La recuperación sonriente, autoirónica, de las violencias diarias del lenguaje: dice de sí el narrador que pertenece a “la peor escoria”.
Como él mismo subraya: “un registro de venta en base a muletillas desfachatadas”.


Tres citas del libro:
1- “Mi vieja, una maestra de frontera en el conurbano bonaerense”.
2- “Vender en la calle no es facil. Tiene algo de mendicidad pasar mesa por mesa por los bares mientras el mundo vive su fiesta nocturna. Para vender hay que tener templanza, sostener el ánimo frente a situaciones violentas o de desprecio”.
3- “El lenguaje era como una bandera de la manifestaciòn. La ùnica manera de llevarla abierta en la calle era llenarla de agujeros y que el viento la pase a travès”.

Literatura, lugar de los hijos sensibles del capitalismo posindustrial. Imaginario del batacazo, del sueño alienante que hace que millones de personas se levanten todos los días, se desplacen, trabajen con sus manos, ofrenden sus cuerpos: que sigan “en la lucha”. Otra vez el registro del narrador niño, el vendedor ambulante sonriente que cuenta que una noche “amasó grandes fortunas” con las que afrontar la “catarata de gastos”. Los anillos, objetos maravillosos, mezclan las zonas del sueño y de la vida.

Santiago Llach y Pedro Mairal.

*Leído el 26 de diciembre de 2007 en la presentación de Objetos Maravillosos, Editorial Tamarisco, en el Centro Cultural Pachamama.