8 Abr

portada_009

 

 

 

10 años

abril 2004-abril 2014

Revista recibida: La Balandra Nº 3

13 Sep

En este número el índice propone notas que van de una memoria de lector (apasionado) de Juan Diego Incardona  hasta los rechazos editoriales más resonados pasando por una selección de relatos y algunos textos sobre la cocina de la escritura. Son estos últimos los que dan a la revista un perfil propio entre las publicaciones ya existentes sobre narrativa argentina y mercado editorial.

 

 

 

Proust el joven o el Ángel de las tinieblas

14 Ago

por Facundo Ruiz

 

“Creo que la muerte de Mamá me ha herido para siempre”, escribe José Lezama Lima a su hermana Eloísa; y ya se escucha el tono de las cartas de Puig a madre, y se presiente Copi, entero, como un golpe de aire. Hay –se siente– algo que pasa: un vaivén, desesperado e insólito, tan hilarante por definitivo como doloroso. Algo, realmente, pasa, y pasa para siempre; y todo, inconsecuentemente, sigue, un poco más.

Seguir leyendo

Nanina, historia de una invención

23 Jul

por Ariel Idez

 

 Nanina narra la historia de una invención: la de Germán García. Esa es, en mi parecer, su mayor influencia norteamericana o la cuota norteamericana de toda bildungsroman, que por eso mismo, en tren de nombrar al género con un vocablo foráneo, también podría darse en llamar selfmademan novel. Como el joven Orson Welles que aprende cine filmando El ciudadano, el joven Germán García (dos años menor que Welles en 1968, al momento de la publicación) se hace escritor escribiendo Nanina y en ese proceso se permite todas las libertades, lo cuenta todo, ensaya estilos, incorpora los autores que lee y llama a las cosas por su nombre con la desfachatez propia del que entra sin pedir permiso (que, como todos sabemos, es el único modo de entrar a la literatura). Si, como dice el autor, “la cultura es una gran concha”, el tendrá que inventarse una lengua, para estar a la altura.

Seguir leyendo

El baile de las locas

10 Jul

por Martín Villagarcía


TIEMPO

 

El tiempo es el enemigo en Rosa prepucio. Las crónicas que componen el libro están escritas con un tono nostálgico que habla del paso del tiempo como algo negativo, donde toda época anterior siempre fue mejor. Como se anuncia en “El amargo retiro de la Betty Boop”: “la época de oro se acabó”. Esta “época de oro” no se limita sólo a un período, sino también a un uso del espacio y, sobre todo, a una configuración subjetiva que ya no existe. Lo que se perdió, de alguna manera, es una sensibilidad. En términos espaciales, es la tetera (lugar idiosincrático de la mariconería) la que caducó. Es interesante leer su reformulación, no como espacio de aislamiento social, sino como lugar de resistencia e, incluso, sociabilidad: “Y no vengan ahora, dicen, con que la tetera era para nosotras la consecuencia sórdida de nuestro asilamiento social”. Esto se explica, en parte, como una estrategia de adaptación ante las difíciles condiciones de vida que existían en el devenir terrorista del Estado a lo largo de todo el siglo XX. En cuanto a la subjetividad, es la loca la que quedó desplazada y esto se puede leer en la sensibilidad y el imaginario al que recurre quien narra. En “Lloran las ballenas de Grytviken” se evoca esa imaginación compartida por las mujeres y los maricones, que es la misma que moldeó desde tiempos prehistóricos la figura de la loca, en contraposición al chongo. Esto se puede ver claramente en los personajes de Valentín y Molina en El beso de la mujer araña de Manuel Puig, donde también aparecen ya casi como piezas de museo en el contexto de la insurrección de las luchas de liberación sexual de los años 70. Otra referencia a Puig (cuyo imaginario también está gobernado por la nostalgia) es el relato de infancia que aparece en “Nacimiento de Marisol”, donde la escuela de formación (de la vida, de la religión, de todo) es el cine y los modelos a seguir son las divas de Hollywood. Por último, otra marca temporal que aparece en el libro es la palabra “sodomía”, incluida en el subtítulo, la cual refiere a un momento anterior en que la homosexualidad no se conformaba como una comunidad en busca de derechos e inclusión, sino como un sector subalterno e incluso abyecto para la sociedad.

Seguir leyendo

Principio de incertidumbre

27 May

por Mariano Dupont

 

 

Sugerir el poema, decía Mallarmé. En lugar de nombrarlo, sugerirlo. El poema o la novela, para el caso es lo mismo. Por ahí camina la escritura de Matías Capelli. En los relatos de Frío en Alaska. Y ahora en su primera novela, Trampa de luz. En lugar de nombrar, sugerir. Escribir sugiriendo. Eludir la pesadez referencial de las representaciones realistas, costumbristas, etc. Eludir el tedio. Nombrar es perder las tres cuartas partes del goce, también decía Mallarmé. Sí: nombrar es aburrir. Así que sugerir, entonces. Dejarle al lector algunos agujeros para que pueda respirar.

Un día en la vida de un joven sin nombre en una ciudad sin nombre. Una ciudad que podría ser Buenos Aires, pero también cualquier otra ciudad del mundo. Es lo de menos. Anomias. Un día de novela, entonces. De la visita salvadora de Ariadna (su ex novia) por la mañana (que viene a devolverle dinero) a la visita al prostíbulo por la noche con su amigo Silas, el portero del edificio, que hace las veces de compañero de changas. Después, una coda. Un bonus track. Una de las mejores escenas del libro. Un amanecer cómicamente sórdido en el interior del viejo Chevette desguazado de la madre. (Ese Chevette que recorre todo el libro, punteando la indolencia.) En el medio, desplazamientos. Un vagabundaje. El protagonista de Trampa de luz va de acá para allá, como abombado. Al garete. Sin ganas, algo deprimido. Un poco, no mucho. Como todos los jóvenes. O casi todos. Arrastrando la osamenta. Cargando su desidia como una suerte de maldición que no parece preocuparle demasiado. Sacando mecánicamente fotos con la cámara de Ariadna, resabio de otra época en la que a la vida, sin ser maravillosa, al menos no había que arrastrarla. (“Toda vida es un proceso de demolición”, decía Scott Fitzgerald). En su deambular, pasa por la “central de pagos de la compañía eléctrica” para pagar la luz, se mete en el museo de arte contemporáneo (“más que nada por el aire acondicionado y para usar el baño”), hace tiempo antes de asistir, por la tarde, a una ceremonia en homenaje al abuelo Joaquín, fallecido un año atrás, en el cementerio parque.

Seguir leyendo

Crónica de una muerte anunciada

19 May

por Walter Lezcano

Un día, cuando hablamos de narrativa, es mucho tiempo. Mirá si no el Bloomsday.  En un día puede caber toda una vida. Y una muerte también, por supuesto. No estamos delatando nada trascendente, ya que se anuncia al final del primer párrafo de la novela, si decimos que el protagonista de La crítica de las armas (segunda parte de una trilogía de novelas filosófica conformada además por La astucia de la razón y La sombra de Heidegger),  Pablo Epstein, elige matar a su madre, Alicia de Almeida, el 21 de octubre del 2001, justamente, el día de la madre. Ese es el comienzo y el marco temporal que eligió José Pablo Feinmann para contar una historia en clave autobiográfica que incluye: cáncer testicular, dictadura militar, paranoia, filosofía, crítica literaria, autobombo y pedagogía de izquierda. 

Seguir leyendo

Who is Who

4 May

por FacundoRuiz

Literatura y vida: dos hechos obvios, afortunada, maravillosamente. No así su relación: exquisitamente poco obvia, para los que leen; no siempre afortunada, para los que escriben; y sólo por imprevisible, de vez en vez –de dos en dos– y de seis a siete, maravillosa, para quienes la viven. Literatura y vida: eso dado. Caras conocidas y tiradas que no anulan el azar, ni de la literatura ni de la vida, ni –dado que gira mucho– de su inquieta relación.

*

Desde mediados del siglo XIX se publica en Gran Bretaña, sin su pretendida circunspección y con el indiscreto título de Who is Who, un catálogo de sucintas biografías consideras notables. Esto, que quizás sea uno de los recursos más sencillos para convertir a una persona en personaje o una vida (eso que se hace) en literatura (eso que se lee y escribe), explica no sólo el encanto de una novela como Loitering with Intent (1981) de la escocesa Muriel Spark, sino también el curioso título con el que recientemente ha sido vuelta a traducir: La intromisión. Inmiscuirse en lo que no le toca, meterse en donde no la llaman, mezclar –deliberadamente– la paja con el trigo, es sin duda uno de los atractivos más evidentes de la novela de Spark. Pero dice muy poco de ella: de la novela, de la escritora; de ambas al fin, entrometidas o entremezcladas en la historia de Fleur Talbot, una narradora fabulosa que a mediados del XX, exacta y nuevamente en el medio del siglo pasado, se convierte en una escritora digna de figurar en Who is Who.

Seguir leyendo

Una vuelta por mi cárcel

24 Abr

por Martín Villagarcía

ESCRITURA

 

En breve cárcel otorga a la escritura un lugar central. Ya de por sí, la novela se abre con esa acción puesta en primer plano: “Comienza a escribir una historia que no la deja: querría olvidarla, querría fijarla”. Es esa voluntad la que funciona como motor de la trama. Escribir, para la narradora, tiene una función particular que se relaciona directamente con la memoria, el gran tema recurrente en la obra de Sylvia Molloy. Escribir es hacer memoria, pero al mismo tiempo es deshacerla, es invocar al recuerdo para olvidarlo. Esa ambivalencia se sostiene a lo largo de todo el relato y afecta directamente lo que se cuenta y lo que le ocurre a la narradora al contarlo. En este sentido, es relevante cómo se pone en juego su subjetividad a la hora de componer el relato, en la medida en que lo puede convertir en aquello que deseó que ocurriera pero no sucedió o, también, apropiarse de la experiencia del otro: “Ella hoy registra, sin compunción, esa anécdota de Vera, haciéndola suya, desconociendo la unicidad de la memoria: es un recuerdo que fue de Vera, que ahora le pertenece mientras lo escribe”. Hay algo en su alienación, tanto a nivel físico como psíquico, que le da a la escritura una función de verdad. En este punto la novela recuerda a la famosa frase de Virginia Woolf en la que afirma que las cosas no ocurren hasta ser escritas. Por otro lado, su encierro hace que escribir sea la única forma de hacer pasar el tiempo y de comunicarse.

Seguir leyendo

Subrayado: José Villa

12 Abr

por Hernán Martignone

Ártemis
 
Tiene costumbres rigurosas
Cuando llega después de haber cumplido una actividad
más o menos larga en lo que ella llama le mond
come y viste de entrecasa casi mejor
que si anduviera por la calle:
Rojos intensos turquesas
Vestidos sueltos y batones o pantalones elastizados:
 
«Probó su arco de plata cuatro veces: sus dos primeros blancos
fueron árboles, el tercero una fiera,
y el cuarto una ciudad de hombres injustos»
 
——
de Camino de Vacas

Ediciones Gog y Magog
 
2007