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Tratado sobre la marginalidad

7 Ene



por Martín Villagarcía

MISFITS

Si hay algo que caracteriza a los personajes de Condominio es la condición de marginalidad bajo la que todos ellos se encuentran. Son freaks, misfits, inadaptados y marginales, en un continuo corrimiento de lo que resultaría esperable. Tal es el caso de la protagonista de “Agustina Migno: una semblanza”, relato en el que se narra el devenir monstruo de quien hubiera sido una promesa musical: “La precoz interrupción de su crecimiento facilitó las decisiones de su entorno (…) La ausencia del húmero explicaba el hecho pero no el apodo despectivo que le endosaron en la infancia. Sin plumas no era razonable considerar esos apéndices como aletas”. Sin embargo, esto no presenta un problema para ella: “incorporó sin angustias la malformación” y acaba siendo reincorporada a la sociedad desde su lugar de freak, “de pie junto al piano o sentada en el margen izquierdo de la banqueta”, como apuntadora. A partir de este momento comienza su derrotero como fenómeno, pasando por una violación (o “amor de golondrina”) para volver a la reclusión, única forma de vida posible para esta clase de sujetos. Pero Agustina no está sola, allí están también los inadaptados de “Sin título (de amor)” y “Casi siempre Adela”, ambos marcados por una imposibilidad. El primero por la imposibilidad de abordar al objeto de su afecto: “Desearía congraciarme con su belleza (…) Se ve que no puedo” y el segundo, de formar parte del mundo que lo rodea, cayendo preso de un proceso de disociación que comienza en el sexo y termina en la muerte: “Yo no siento nada”.

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