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La mitad del amor

8 Abr

La cajita de Pandora

Virginia Janza

Viajera

2008

El Uno, el otro y lo múltiple como metáforas del amor recorren el poemario de Virginia Janza de una manera sutil y persistente. Comenzando con tres textos en prosa poética que marcan el tono y los tópicos del libro –reescrituras del pasaje sobre los andróginos en El banquete de Platón y del mito de Prometeo y Pandora en Teogonía y Trabajos y días de Hesíodo–, la autora va desarrollando en piezas breves y de títulos de una palabra una verdadera historia de amor o, si se quiere, una historia del amor (leyendo el índice de corrido queda más que claro).

Esas cuestiones que acabamos de ver y que podríamos llamar “preocupaciones griegas” aparecen ya en el título, y el diminutivo es sin duda apropiado para pasar del tono cosmogónico de la poesía hesiódica a esta lírica intimista que plantea Janza y de paso connotar algunas cositas más (de lo sensual a lo sexual, podría decirse). Hay también algunas sutilezas más referidas al mundo mítico griego, que ejercen un medido contrapeso respecto de la novedad del lenguaje poético propuesto. Se hace presente así, en el lenguaje, la ruptura que tematiza el libro desde el mito platónico de la separación de los andróginos y del génesis hesiódico de la mujer. En muchos pasajes escuchamos una voz dolorosa que recuerda al Hernán La Greca de La fuerza, pero la esperanza siempre presente y clave de lectura insoslayable no nos deja caer en la melancolía, ya desde el principio: “Pandora, por un momento, tuvo miedo, el suficiente para llegar justo a cerrar la cajita. La muerte y el dolor le habían tocado el alma, ya nunca sería la misma. Había podido retener la esperanza y su corazón, entonces, resistiría”.

Inserta en la rica tradición (por lo poderoso de sus voces) de poetisas argentinas, se debe pensar también en la peculiar dicción femenina de la griega Safo al acercar el oído al murmullo amoroso de Janza, femenino y universal como la original Pandora:



Soy muy joven

pero siento el estigma

siento la marca

que me acecha

cada tarde en verano

la piel rejuvenece

y creo verte de nuevo

viejo lado partido

naranja y media

media-naranja

que te aterra

¿o es mi nombre?



Aquella inolvidable frase borgeana –“Me duele una mujer en todo el cuerpo” – cobra indudablemente otro sentido puesta en boca de una mujer que indaga en ese dolor para renacer, como en el último poema del libro, puro cuerpo, un nuevo cuerpo, el cuerpo reencontrado:



Los hijitos que nunca nacieron

–embriones momificados–

quedaron en el útero estéril

mi útero

repleto de cobre

me pesa

me duele cada tantos días

(…)

Mis labios se abren

como flores por todo mi cuerpo.



Combinación de cuerpo y de palabra, de belleza y de tiempo, La cajita de Pandora se abre a la poesía, como brioso y brilloso grito de mujer que sabe de qué habla, que sabe por qué no calla, aunque los propios griegos hayan deseado para ellas, alguna vez y más de una vez, el silencio.

Hernán Martignone